Texto original en portugués
(Portuguese source text)

O Grande Passeio
Por Larissa Lanna

Os discretos raios de sol penetravam por entre os galhos das árvores, criando um cenário maravilhoso. Enquanto eu me encantava com aquele espetáculo da natureza, o ônibus seguia veloz pela estrada. Era muito bom sentir a vida em tantas e diversas manifestações! Eu observava as folhas se perdendo pelos caminhos e o vento soprando forte na janela. Tudo isso me fez recordar de um momento peculiar da minha vida.

Estávamos na década de 90, e eu era uma adolescente de quatorze anos. Percorria aquele mesmo trajeto, la para a casa dos meus tios, que moravam em um sítio nas redondezas da serra capixaba. Era uma casa simples, sem luxos, que possuía um ambiente singular e acolhedor.

De fato, a situação financeira do meu tio não podia ser chamada de “folgada”. Ele, a tia Leila e meus seis primos (isso mesmo: seis!!!) viviam da renda gerada pelo que o sítio produzia: ovos, leite, manteiga, doces, geleias, frutas e verduras. Na casa deles, havia três quartos: um para o casal, outro para os meninos e o último para as meninas. Quando alguém ia visitá-los, um colchão era colocado na sala, perto do fogão a lenha, ou algum dos meninos cedia a sua cama. Isso era feito sempre com muita alegria e sem cerimônia.

Naquela ocasião, contudo, eu não tinha noção do que me rodeava. Sentada na poltrona do ônibus, não dava valor para coisas que hoje me são tao caras. Visualizo claramente aquela menina de cabelos lisinhos, escuros e compridos, escutando suas bandas preferidas pelo fone de ouvido e imaginando, emburrada, que aquelas seriam as piores férias da sua vida! Não, ele ainda não sabia que uma agradável surpresa a esperava…

[…]

Traducción al español
(Spanish translation)

El gran viaje
Escrito por Larissa Lanna

Los tenues rayos del sol atravesaban las ramas de los árboles y creaban un paisaje maravilloso. Mientras me deleitaba con aquel espectáculo de la naturaleza, el colectivo avanzaba a toda velocidad por la ruta. ¡Era muy lindo sentir la vida que se manifestaba de tantas y diversas maneras! Podía observar cómo las hojas se perdían por los caminos y el viento soplaba con fuerza contra la ventana. Todo esto me hizo recordar un momento muy peculiar de mi vida.

Estábamos en la década del 90 y yo era una adolescente de catorce años. En aquel entonces, viajaba por el mismo trayecto hacia la casa de mis tíos, que vivían en una hacienda en las afueras de la sierra capixaba. La casa era sencilla, sin lujos, y tenía un ambiente particularmente acogedor.

De hecho, no podía decirse que la situación financiera de mi tío era “holgada”. Él, mi tía Leila y mis seis primos (sí, escucharon bien, ¡seis!) vivían de los ingresos que generaba la producción de la casa de campo: huevos, leche, manteca, dulces, mermeladas, frutas y verduras. En la casa había tres dormitorios: uno para la pareja, otro para los niños y el último para las niñas. Cuando alguien iba a visitarlos, se colocaba un colchón en la sala, al lado de la estufa de leña, o alguno de los niños cedía su cama. Todo esto siempre se hacía con mucha alegría y buena onda.

Sin embargo, en aquella época yo no era consciente de todo lo que me rodeaba. Sentada en el asiento del colectivo, no apreciaba las cosas que hoy quiero tanto. Puedo visualizar con claridad a esa chica de cabello largo, moreno y lacio, escuchando sus bandas favoritas con sus auriculares y pensando, malhumorada, que esas iban a ser las peores vacaciones de su vida. Pero lo que ella no sabía es que le esperaba una grata sorpresa…

[…]

© 2023 – Natasha Besoky

Scroll al inicio